Inicio Editorial Y todo comenzó con un ignoto y diminuto murciélago… Por: Daniel Salmoral

Y todo comenzó con un ignoto y diminuto murciélago… Por: Daniel Salmoral

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DANIEL SALMORAL.- Cuando Gustavo Sáenz asumió el gobierno de la provincia, seguro que no imaginó que a quién tendría que enfrentar no era a la casi nula oposición política, sino a cuestiones sanitarias que en sus primeros cien días de gestión, han ocupado buena parte de su agenda de trabajo.

A las muertes de los pequeños de las comunidades aborígenes del norte a causa de la desnutrición y la deshidratación por sobre otras razones, ahora debió enfrentarse a otro enemigo implacable e invisible: el «corona», un virus mortal que nació en la lejana China, pero que en poco tiempo se convirtió en «ciudadano del mundo».

Sáenz, acompañado de manera efectiva por el gobierno nacional que encabeza Alberto Fernández, logró mitigar los efectos mortales de esas carencias ancestrales y frenó la crisis, a la vez que comenzó una continua tarea para remediar la ausencia de agua y de alimentos.

Cuando parecía que la crisis sociosanitaria empezaba a ceder, apareció en esta comarca un nuevo virus mortal, «el corona», un virus dicen algunos con ironía, nada más que para amargarle la vida al ministro de Salud Pública de la Nación, Ginés González García, quién en una muestra envidiable de visión del futuro, había asegurado que había que estar tranquilos porque el nuevo virus «no llegaría a estas tierras».

Su irrupción en la provincia, alteró la vida de los salteños como la de todos en el planeta y obligó al gobierno provincial a dejar de hablar de reforma constitucional u obras públicas, para referirse de manera diaria a cuestiones como «reactivos», «cuarentena» y «quedáte en casa»,

Preocupado el Gobernador por la ubicación geopolítica de la provincia de Salta por sus límites con tres países y 6 provincias, fue uno de los primeros, junto con Jorge Capitanich, el primer mandatario de Chaco, en advertirle al Presidente y sus funcionarios que si querían frenar el avance de la pandemia, era necesario controlar las fronteras.

Ese «colador» natural al que muy pocos gobiernos nacionales, tal es su obligación, atendieron.

El de Alberto F. no fue la excepción, porque en realidad tampoco le dio demasiada bolilla al asunto.

Este sábado, Sáenz llegó hasta el límite entre Argentina y Bolivia para verificar si los protocolos se cumplían y según informaciones que llegaron desde la zona, indican que el gobernador se volvió muy preocupado por la gran cantidad de personas que siguen haciendo su vida como la hizo siempre, sin atender a las mínimas recomendaciones y sin cumplir las órdenes que se han dado a fin de limitar el tránsito cotidiano.

Para esa gente y para quienes deberían controlar que esto no ocurra, el coronavirus no existe.

Irresponsabilidad total por parte de todos.

Este mal que nadie vio venir, ya alteró la vida de todos los ciudadanos y tendrá, como es lógico, su impacto en todos los aspectos, incluida la política.

Un ejemplo de ello, es que ya se está instrumentando lo necesario para que el próximo 1 de abril, fecha en la que el gobernador Sáenz debe dirigir su mensaje a la Asamblea Legislativa para así inaugurar el período ordinario de sesiones, lo haga «on line», es decir utilizando las redes sociales, el sistema de cable y medios televisivos y radiales.

Sería la primera vez en la provincia que el primer mandatario no lo hiciera en el hemiciclo de la Legislatura y con las bancas ocupadas por diputados, senadores, funcionarios e invitados especiales y con la gente, el pueblo, haciéndose escuchar en las afueras del Palacio de los Leones.

Esta cuarentena que todo indica se va a tener que prorrogar más allá del 31 de marzo, también hará que los Concejos Deliberantes no lleven adelante sus sesiones, al menos de la forma tradicional, por lo que sí quieren cumplir con su tarea, deberán apelar a las redes, los celulares y las computadoras.

Pero lo que ya empieza a preocupar a la enorme masa de empleados públicos que tiene la provincia y a todos los ciudadanos en general, es cómo seguirá su vida si este cuadro continúa.

¿Seguirán sin asistir a sus lugares de trabajo?

¿Qué harán con el período escolar?

¿Qué pasará con su presentismo?

¿Cómo se hará con las liquidaciones de sueldos y el pago a proveedores?

¿Se instrumentarán turnos matutinos y vespertinos?

Lo mismo sucede con los otros trabajadores, los de la actividad privada, que tienen las mismas o peores preocupaciones que los trabajadores estatales.

También para ellos, el futuro cercano es absolutamente incierto.

Muchos ya saben, aunque por ahora prefieren no darse por enterados, que buena parte de ellos ya perdieron su trabajo porque aquellos lugares donde se ganaban la «diaria», han desaparecido quizás para siempre.

Los otros, los informales, los que sobrevivían de las «changas», hace rato que entendieron que sólo un milagro los salvará del virus y de lo que viene.

«Qué carajo haremos con mis hijos porque nosotros nos la rebuscábamos cartoneando y ahora los negocios están cerrados y no hay nada para recoger», fue el dramático relato de una mujer mayor que, a pesar de todo, empujaba un carrito vacío de cartones y también de esperanza.

Son las víctimas a quienes el «coronavirus» no alcanzó, pero ya les destruyó sus vidas.

Los científicos más serios del planeta, ya han dicho que esta peste dejará a su paso una incalculable cantidad de muertos en todos partes.

Con esta peste, como con «la negra», por ejemplo, no interesa demasiado si tienes o no dinero. Es más, los vulnerables ahora, son aquellos hombres y mujeres que habían tenido «la dicha» de poder viajar a Europa u otros continentes.

Algunos de ellos, parece, fueron y serán los primeros en caer.

La consigna que a estas alturas ya es un ruego y que dice «quedáte en casa», parece ser la única «vacuna» más o menos segura para que la parca no te agarre.

«Tantos trillones de dólares, euros y yuanes tirados en tantas porquerías y ahora ante este virus, no sirven para nada», dijo un viejo salteño en la cola de un super.

Tiene razón.

Quién iba a pensar que todo éste pandemonio, comenzaría con un ignoto y diminuto murciélago que está llevando a la raza humana junto con la «fiebre amarilla», «la peste negra», «el cólera», «el ébola» y otras, a una de sus más espantosas pesadillas desde la creación.