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Un peligroso virus se metió en Olivos, y no es el coronavirus – Por: Carlos M. Reymundo Roberts

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DANIEL SALMORAL.- La pura verdad es que me banqué bastante bien las primeras semanas de cuarentena, sin experimentar ninguno de esos desequilibrios psicológicos que, dicen, suelen provocar largos confinamientos. Pero hace unos días empecé a padecer ciertos trastornos. Cada vez con mayor frecuencia me asaltan obsesiones y hasta desvaríos. Por ejemplo, se me ha dado por pensar que vivimos en un país donde la gente honesta está encerrada, y los delincuentes, en la calle.

Es una distorsión de la realidad, evidentemente. Una lectura adecuada de los hechos indica que esto forma parte de una política sanitaria bien diseñada: si vas a liberar a miles de presos, lo mejor es que todo el mundo se quede en su casa. El Gobierno ha llegado a la conclusión, fácil de compartir, de que, expuesta a espacios abiertos, la población carcelaria puede ser más peligrosa que la pandemia.

Por cierto, no soy el único que sufre alteraciones. Alberto, que desde hace un par de semanas está recluido en Olivos, ya no es el mismo conductor infalible que la crisis supo regalarnos. Perdón que lo diga: nuestro querido profesor está infectado. Tranquilos, no es el corona. Es peor. Es el virus de la torpeza (en latín, microbe fectis rusticitatem ), que suele hospedarse en organismos sometidos a las tensiones del poder. Para muestra alcanza una imagen: anteayer lo vimos sentado a menos de un metro de Fernanda Raverta, la nueva jefa de la Anses, y los dos sin barbijo. Atribuyo tamaña distracción a ese letal microbe , aunque también podríamos pensar que no salía de su asombro: Cristina le había puesto para manejar la mayor caja del país a una chica sin experiencia ejecutiva y que hasta el día anterior se ocupaba de hacer trenza política en villas del conurbano. Alberto la recibió con ganas de ponerse el barbijo, pero en los ojos.

Dicho sea de paso, echar a Vanoli de la Anses era un reclamo a gritos desde que organizó el campamento de un millón de jubilados en las puertas de los bancos. Difícil equivocarse tanto y en tan poco tiempo. Un científico menos.

Con su sistema inmune muy debilitado, Alberto también cometió el despiste de ponerse al frente de una facción regional de cuatros de copa que se propone derribar a Piñera. Desde la banquina lo llamó desesperadamente para disculparse. Economía de palabras: la frase que provocó un encendido reclamo chileno le había llevado al profesor 20 segundos; la reparación, 45 minutos. Otra desproporción: el virtual retiro de la Argentina del Mercosur, la mayor decisión de política exterior del país en 30 años, fue anunciado por Jorge Neme, un funcionario sin Wikipedia. Sin Wiki, pero con denuncias por corrupción en Tucumán que aparecen en Google con lujo de detalles. Patear el nido del Mercosur merecía zapatos de marca. Por caso, los del canciller Felipe Solá. Pero Felipe, tan buen contador de chistes, viene siguiendo el derrotero de Vanoli y esta semana hasta trató de «pelotuda» a una senadora de la oposición. Perdió el humor.

Lo de Alberto puede calificarse de heroico. Enfrentar la crisis económica con Guzmán, la pandemia con Ginés y la inserción en este mundo convulsionado con Felipe es parecido a una misión imposible, solo compensada por la activa tutela de Cristina. Pero, todo hay que decirlo, también la de Cristina viene siendo una faena muy cuesta arriba. Porque al profesor le gusta en exceso profesorear. En su diario tour por radios y canales de TV muestra una enorme audacia para enfrentar temas con los que está poco familiarizado. Un síntoma inequívoco de que el microbe fectis rusticitatem entró en tu cuerpo es que se te suelta la lengua y te animás a todo. A Jorge Fontevecchia le explicó el problema económico que significa el envejecimiento de la población en todo el mundo. Yo hubiese dicho sencillamente que crece la clase pasiva y disminuye la activa, pero él, mucho más sofisticado, lo planteó así: «Hace 30 años teníamos que mantener a una persona hasta los 70 años y ahora la tengo que mantener hasta los 85. Y mantener una persona con vida cuesta mucha plata por toda la aparatología, la medicación… Es ínsito al ser humano la búsqueda de la eternidad y eso genera enormes consecuencias. No es de ahora, es de siempre; lo que pasa es que el progreso tecnológico no fue lo suficientemente veloz. El ser humano busca la eternidad y esa búsqueda es muy costosa». Ya lo dijo Aristóteles y lo confirmaron Platón y toda la Ilustración: «Profesor, a tus zapatos».

Impiadosa, la oposición se ha percatado de que Alberto ya no tiene la frescura de hace algunas semanas y se le está tirando encima. Trolls que antes trabajaban para Marcos Peña y que ahora vaya a saber a qué Marcos Peña reportan difunden a diario fake news inverosímiles, como una que le hacía poner en un tuit al Presidente que el Gobierno analizaba asignarle 30.000 pesos a cada preso excarcelado para que se quedara en su casa y no saliera a robar. Además, se montan cacerolazos, como el de anteanoche, y se está organizando el «Macrinazo», una protesta virtual. También resulta inverosímil esa teoría conspirativa, tan viralizada, según la cual el kirchnerismo se propone imponer un régimen tipo Venezuela o tipo Cuba.

Temor infundado. Si el encargado de llevarnos al Caribe es Alberto, no hay riesgo de que lleguemos.

Fuente: La Nación