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Tanto monta, monta tanto. Jineteando en el espacio – *Por: Carlos Saravia Day

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DANIEL SALMORAL.- El peronismo, desde su origen hasta hoy, funciona en forma machihembrada, recogiendo la tradición hispánica que al finalizar la reconquista española inauguraran los reyes Católicos Isabel y Fernando. Su lema era: “Tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando”. Unión conyugal que, más allá de  de lo sentimental y religioso, como vínculo político hizo del matrimonio una institución de gobierno indisoluble y única. 

   Eva Duarte, en los orígenes del peronismo, se unió al entonces coronel Perón como liana al árbol y así se mantuvo hasta el fin, haciendo del ingrediente femenino el factor decisivo del fenómeno llamado peronismo, dándole un perfil nupcial inconfundible. El 17 de octubre reunía la multitudinosa marcha política jamás vista y Perón y Evita iniciaban su vuelo político-nupcial.

   En 1951 Perón acabó aceptando la candidatura presidencial que en nombre del pueblo le ofreciera Espejo (Secretario de la CGT) y Eva Perón, ausente, completaba la fórmula conyugal. Nueve días después por radio anunció su renuncia indeclinable a la candidatura a vicepresidenta.

   Después de casi dos décadas de proscripciones y exilios el peronismo tuvo que integrar su fórmula presidencial, haciéndolo con un eufemismo de su vieja tautología: Perón – Perón.

   Esta vez con un disfraz de fantasía: Isabelita.

  Después concurre a los comicios ofreciendo a la opinión pública, no ya una fórmula que repita más de lo mismo, con solidario eufemismo el apellido presidencial. Ahora lo expone en forma alternativa, para mejor decirlo: como relevo de posta. Se puede abarcar así más el calendario presidencial, haciendo un cóctel de principios de legitimidad donde todo se mezcla en batido: La cooptación (el que se va indica al que viene; de allí viene el dedo índice, la dedocracia).

    La ley de la herencia, principio monárquico, no ya en cabeza del hijo mayor sino de la propia esposa. Así asoma la sospecha del poder vicario o vulgarmente el poder en comodato o préstamo de uso, o el poder detrás del trono.

    Muchas veces la república adopta de la monarquía instituciones ortopédicas que la ayudan a caminar, y también malos hábitos políticos que la conducen al fracaso.

    La regencia de los cardenales Mazario y Richelieu hicieron madurar lo que después fue el esplendoroso reinado de Luis XIV en Francia, conocido como el Rey Sol. Esta solución al par se degradaba en la España del favorito y del valido, sucediéndose este vulgar personaje como monomanía dinástica. Valenzuela fue asesor y confidente de Ana María de Austria y se lo llamó “El Duende de la Reina” o “El espíritu travieso de la reina”; fue cuando se ponía el sol de la monarquía española. Pero un contratiempo mayor esperaba a España cuando en víspera de la independencia de América Hispana, mientras reinaba Carlos IV, es elevado a la condición de primer ministro Manuel Godoy, duque de Alcudia y príncipe de la paz, inmortalizado por Goya en un retrato. El escandaloso amasiato de la reina con el valido, revela los peores vicios del nepotismo y la corrupción. La independencia de América se anunciaba. 

   Nadie podrá negar que en el tiempo de Isabel Martínez de Perón, López Rega, llamado “El Brujo”, cumplió el rol de hechicero y chamán presidencial, también el de ministro de Horca y Cuchillo.

   Se disfraza así el requisito constitucional del relevo presidencial para hacer después el reclamo, conforme al viejo canto infantil: “El que se va a Sevilla pierde su silla, pero vengo a cobrarla con una varilla”,

   Sin duda el novedoso mecanismo perfecciona al desembozado y torpe Pacto de Olivos, que hoy con jerarquía constitucional habilita las reelecciones presidenciales. Últimamente, con ferunda imaginación, la vicepresidenta elige al presidente.

    Hay gente que se dice progresista en lo social y se declara partidaria del divorcio vincular y del aborto, pero siente la irresistible vocación de la indisolubilidad del vínculo político, para asegurar de esta forma la continuidad en el poder. Hoy suenan los acordes de la marcha nupcial, o si se prefiere la del coro de “Aída” de Verdi, donde desfilan los mismos actores.

   El  trono del rey, como el sillón de Rivadavia, está hecho de tabla y brocado. Todo depende de quien se siente en él, y quién detrás de él se esconde, para hacer que su inquilino haga política al dictado (poder detrás del trono). Ya alguna vez, en el peronismo, la consigna fue “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Nada nuevo bajo el sol.

*El autor es abogado – diputado provincial (MC) – UCR

Fuente: danielsalmoral.com.ar