Inicio Opinión Presidente, el terapeuta de la Argentina es usted – Por: Pablo Sirvén

Presidente, el terapeuta de la Argentina es usted – Por: Pablo Sirvén

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DANIEL SALMORAL.- La grieta no es sólo un juego dialéctico virtual en medios de comunicación y redes sociales sin consecuencias en el mundo real. Antes de irse el funesto 2020, dejó nuevas señales oprobiosas de la discordia que siembra a uno y otro lado de la misma: pintura roja y excrementos atentaron contra la marquesina del teatro Picadero donde se anunciaba la inminente actuación de Dady Brieva y en un restaurante de Palomar le vedaron el ingreso al periodista Nicolás Wiñazki y su familia con el argumento de que ya no era bienvenido. En ambos casos, se impuso el garrote de la era de las cavernas. Algo que, peor aún, tiende a ser naturalizado y celebrado por las hordas de cada bando.

De a poco, empiezan a agravarse nuevamente manifestaciones del virus intolerante que corroe a la sociedad y la descentra de la vital búsqueda de consensos para solucionar en armonía los graves problemas que la aquejan. Los profetas del humo, chochos.

Nada se solucionará al respecto si no hay una seria y sincera política de Estado en la materia. Sin una prédica constante de pacificación, todo esfuerzo será en vano y las manifestaciones agresivas se agravarán, máxime en un escenario social y económico que tiende a complicarse. Aun con un contexto interno en el Frente de Todos sumamente complejo y contradictorio, el presidente Alberto Fernández había expresado sus deseos de ir dejando atrás la grieta. En ese sentido, algunas resonancias alfonsinistas de sus discursos en el Congreso del 10 de diciembre de 2019 y del 1° de marzo de 2020 resultaron auspiciosas y prometedoras. Pero muy pronto se convirtieron en palabras que se las llevó el viento.

Desde 1945 en adelante, al peronismo le ha sido extremadamente cómodo y funcional a sus designios plantear una batalla permanente contra un enemigo que no le representa ningún tipo de riesgo electoral: la prensa. En efecto, el periodismo y los medios de comunicación no solo no compiten en las urnas sino que tampoco parecen demasiado dotados -si acaso ese fuera el objetivo- para impedir los repetidos triunfos del peronismo, que es la fuerza que más ha gobernado la Argentina en los últimos 75 años (casi la mitad de todo ese tiempo).

Alberto Fernández vuelve a torear a la prensa y exacerba la grieta, un callejón sin salida

Si desde lo alto del poder se adoptara un discurso continuado de concordia asumido de manera coherente por sus máximos referentes no habría forma de que no terminara permeando hasta el último rincón de la sociedad. Y los que, aún así, se empeñaran en seguir sembrando cizaña serían aisladas excepciones que confirmarían la regla y no tendrían mayor influencia. En cambio, el Gobierno parece sentirse a gusto al fogonear un ambiente de beligerancia de todos contra todos.El discurso de barricada también se expande fundamentalmente en una parte del periodismo audiovisual, tanto en el que es oficialista como en el que es crítico.

El Presidente tiene alguna razón cuando habla de cierto «periodismo alocado» si se refiere a esos comunicadores infatuados que se suben a su banquito para desde allí dirigir sus diatribas obsesionadas, chicaneras, apocalípticas y hasta difamatorias, sean contra el Gobierno o contra la oposición, según la señal de radio o televisión que se sintonice. En la mayoría de los casos se les ve los precarios hilos: pobre y repetitiva argumentación, zócalos incendiarios y énfasis histriónicos inversamente proporcionales a sus paupérrimos contenidos. Pero tienen predicamento y a mayor audiencia, más se ceban para un lado o para el otro, redoblando militantes su apuesta editorial de exabruptos y acusaciones cruzadas. Paradójicamente funcionan como caja de resonancia del odio que campea en las redes sociales.

Lejos de estar más tranquilo por sus dos recientes triunfos legislativos -reforma jubilatoria y aborto-, por el comienzo de la vacunación contra el Covid, porque a pesar de la pavorosa situación social diciembre no fue un mes negro y por el precio prometedor de la soja, el Presidente ni siquiera respeta la elemental tregua de distensión y placidez familiar que suponen las fiestas de fin de año y vuelve a tensar la cuerda con un nuevo capítulo del clásico peronista de toda la vida: en esta ocasión contra «Canal 13, Clarín y La Nación».

Una vez más, tal vez en un ejercicio de proyección mal elaborado, el Presidente volvió a mandar a la prensa «al terapeuta para sacarse el odio de encima». En vez de elevarse por encima de las divisiones y mostrarse él como ejemplo de concordia a seguir, siempre ataca con ojo tuerto para el mismo lado, lo cual no hace otra cosa que profundizar el enfrentamiento entre los vociferantes mediáticos de ambos bandos.

Fernández solo reprocha «esa vocación de dividir, de hacernos separar, de hacer naufragar a la Argentina» a los que no militan a favor de su gestión.

Las cosas son más simples: son las propias audiencias las que regulan a los medios premiándolas con rating y circulación o los castigan con la indiferencia cuando sus contenidos los enojan o carecen para ellas de interés. Y es al Gobierno al que le toca la responsabilidad máxima para que episodios como los sufridos por Brieva y Wiñazki no se multipliquen.

Fuente: La Nación