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Partidos políticos: ya nada será igual… – Por: Daniel Salmoral

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Después de esta elección presidencial nada de lo que políticamente conocemos hasta ahora, seguirá siendo igual.

DANIEL SALMORAL.- A partir de este lunes 23 de Octubre, todos los ámbitos políticos conocidos dejarán de ser como hasta ahora porque el resultado electoral los modificará, puertas adentro, más rápidamente aún si quien triunfa es el candidato «anticasta».

El hombre que hasta hace poco más de dos años era un ignoto columnista económico en programas de cable con escasa llegada a la gran audiencia, es hoy quien, según el resultado conseguido en las PASO y lo que adelantan las encuestas sobre lo que podría pasar en la elección general de este domingo o en el posible balotaje de noviembre, logró por el fracaso de los dirigentes tradicionales a lo que le agregó su oportunismo dialéctico y gestual, generar expectativas en una sociedad agobiada por discursos cargados de promesas que poco y nada se cumplieron y que lo terminaron ubicando en un lugar que genera ilusiones y angustias a la vez, pero que sin dudas mandará a «retiro efectivo» a buena parte de la dirigencia conocida y que pulula por los espacios de poder desde hace ya cuatro décadas.

Para los «viejos partidos», quieran o no, llegan tiempos de renovación dirigencial y de formas comunicacionales si es que aspiran seguir con vida en el corto y mediano plazo.

Al peronismo y al radicalismo, más que a otros, se les vienen los mayores desafíos.

Ambos partidos comprobaron de manera tangible en este 2023, aunque ya habían recibido mensajes que fueron ignorados en años anteriores, que mayoritariamente al conjunto social argentino no le alcanza con las imágenes de Perón y Evita y la «marcha» cantada por Hugo del Carril para ganar elecciones «caminando», o a los radicales con las fotos de Hipólito Yrigoyen o Raúl Alfonsín para resultar triunfadores de algún comicio.

Ahora, la «revolución comunicacional» exige de la dirigencia política apelar a nuevas formas de hacer llegar mensajes para «seducir» electores y conseguir así los sufragios que necesitan para llegar a los terrenos de decisión.

Buena parte de esta dirigencia y también la del PRO (Propuesta Republicana, el partido fundado por Mauricio Macri), no ha escuchado en el pasado cercano todas las «luces amarillas» que se encendieron a manera de advertencia, sobre todo en 2001, a través de las cuáles se les decía a los políticos: «ojo porque ya nos estamos cansando de sus maneras y sus formas de gobernar».

Todas esas alarmas no fueron atendidas y por eso, más que por otra cosa, hoy el candidato libertario, «un desconocido», «una rana de otra laguna», está cerca de arrebatarles un poder que creían estaría con ellos eternamente.

Con este marco, los partidos y sus frentes políticos, armados más por espanto que por amor, se aprestan ahora a conocer el veredicto de las urnas que puede marcar el final formal porque en los hechos hace rato ya que viven a través de «respiración asistida».

Para recuperar el espacio perdido, lo primero que deberían hacer es regresar a la «meritocracia ciudadana» que es aquella que se imponía para la llegada a los recintos legislativos, por ejemplo, y no como ahora que a las bancas la mayoría de los que llegan no representan a nadie más que al mandamás de turno que los ubicó en las boletas electorales.

La forma en que organicen el «operativo regreso», determinará su vuelta a la consideración política temprana a la vez que marcará el inicio de otra etapa en la Argentina que deberá ser formateada por las nuevas generaciones.

Los partidos políticos tal cuál son hoy y aunque cueste reconocerlo, ya quedaron atrás y otras expresiones son las que están saliendo a la luz.

«Los partidos tradicionales están en crisis», dicen los libertarios y es cierto, pero ellos también deberían tener cuidado y tomar las precauciones para no caer en lo mismo más temprano que tarde.

Si bien estas no son buenas noticias para los partidos «de siempre», si su dirigencia entiende otro mensaje que seguramente se depositará en las urnas este domingo, se darán cuenta que la palabra crisis también significa oportunidad para comenzar de nuevo, renovar y desterrar las viejas prácticas políticas, corriendo a los «carcamanes», al oportunismo y al «busquerío», que fueron los que bastardearon el sistema democrático y terminaron robando la esperanza a la sociedad, más allá de colores y pertenencias partidarias.