Inicio Opinión Maradona y la eternidad – Necrofilia – *Por: Carlos Saravia Day

Maradona y la eternidad – Necrofilia – *Por: Carlos Saravia Day

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DANIEL SALMORAL.- Frente al irrevocable “mysterium tremendum” que es la muerte, el hombre enterró a sus muertos y así nació la civilización junto al arado.

Otras veces, supo embalsamarlos, como lo hicieron los egipcios según da cuenta Herodoto, el padre de la historia, en el pasaje que describe prolijamente la tarea del embalsamador: “Hay en cada ciudad –dice- embalsamadores de profesión; cuando los parientes del muerto llevan el cuerpo el embalsamador les muestra los modelos pintados y de madera, preguntándoles cuál prefieren. Para un embalsamamiento de primera clase, extrae del cadáver en primer lugar el cerebro, sacándolos por las narices con un hierro curvado. Después le abre el costado y retira los intestinos, los lava en vino de palmera y los espolvorea de aromas trituradas, después le llena el vientre de mirra, canela y otros perfumes y cose la abertura. El cuerpo se coloca después en natrón (sal) durante 60 días. Al cabo de ese tiempo se envolvían en banda de tela untada de goma. La momia se colocaba entonces en un doble ataúd de madera que representaba más o menos la figura del cuerpo y en la cabeza se esculpía el rostro del difunto».

La egiptología tiene, como argumento central, el culto de los muertos.
Ramsés II vivió 100 años y reinó 77. No se equivoca la opinión pública, que
caracteriza al peronismo de necrófilo, aunque más acertada es la opinión del ex presidente Menem al compararse con Ramsés II. El peronismo pretende momificarse en el poder, claro que a través de elecciones, amañadas o no.

Roma conquistó el mundo menos por la gloria que por sus beneficios.
En nuestro continente, en México, las calaveras de Posada, son ilustraciones
preparadas para el día de los muertos. El arte macabro mexicano evoca
superstición y bandidaje armado. A su vez el escritor mexicano Carlos Fuentes descubre en el cementerio argentino de la Recoleta una ciudad de la vida eterna: “donde todos los buenos oligarcas argentinos están enterrados y donde, al parecer, todos ellos pensaron que podían llevarse al otro mundo sus fortunas terrestres, y la trompeta de Gabriel suena para siempre desde la tumba de un digno general argentino”.

Con la España que nos fundara, mística y guerrera, vino el culto de los
muertos. En ese tiempo Carlos V presenciaba sus propios funerales, en un
simulacro anticipatorio. Lo que le servía de paso para observar desde el
catafalco cómodamente acotado, las reacciones fúnebres de los circunstantes.

Su hijo Felipe hizo construir el monasterio de “El Escorial”, donde conviven residencia, administración, recinto sagrado, pudridero y osario (tratan por separado el cadáver, del pudridero al osario, según el estado de
descomposición). Últimamente el rey de España hizo trasladar a su abuelo,
para darle allí definitivo alojamiento. Con razón, García Lorca para referirse al monasterio de El Escorial, decía que allí se reunían todas las lluvias frías de la tierra.

La egiptología, después del gran descubrimiento de tumbas que hiciera lord
George Herbert de Carnavon, miró con otras pupilas al cuerpo momificado.

Lo hizo con mirada histórica y estética, asociada a la museología y no ya al culto. No se cumplía con el mandato sagrado “polvo eres e polvo reverteres” (de la tierra vienes y en tierra te conviertes). La curiosidad triunfó sobre la memoria aleccionadora y el recuerdo piadoso.

Hoy se puede ver a Ramsés II, ya sin máscara mortuoria, convertido en el
célebre Sesotris de los historiadores griegos y al que Menem pretende superar en el tiempo terreno y en la exhibición eterna. Maradona lo sigue en el propósito.

Otras momias como la célebre Nefertitis, princesa egipcia con cuello de
cisne, hoy se ha convertido en momia viajera.

Eva Perón, embalsamada por un célebre anatomista español, también fue
viajera desaparecida. Antes de ser llevada por sus deudos al elegante
cementerio de la Recoleta, pude verla en la cripta de Olivos que se construyó ex profeso, como la de San Vicente hoy a su esposo. Estaban los cajones a la par. Cubierto el del ex presidente y a la vista el cuerpo de Eva Duarte, con la cabeza y los pies expuestos, y entre las manos entrelazado un rosario con cuentas. Durante el gobierno de Isabel Perón, el súper ministro López Rega, conocido como El Brujo, hizo de oráculo y de augur, y en su incurable necrofilia pretendió como Felipe II hacer construir el “Altar a la patria”, donde serían alojadas las osamentas próceres.

En el 1838 en México gobernaba un tirano cómico: Antonio López de Santa
Ana, que además de perder la mitad de México a manos de Estados Unidos,
perdió una pierna que con toda pompa, la hizo enterrar con bendición
arzobispal en la catedral de México. Once veces cayó de la cima a la sima del poder contingente. La pierna fue desenterrada y enterrada once veces en forma alternativa. Necrofilia trágica y pintoresca.

Ya ni en la paz de los sepulcros creo –podría afirmar hoy el general Perón
siguiendo al poeta Joaquín Castellanos-: manco abriga al cuerpo del militar
muerto el uniforme de gala.

En nuestra provincia las nieves eternas conservaron las momias de las niñas del Llullaillaco, que hoy se exhiben.

En Molinos el clima seco con aires ligeros, hizo lo propio con quien fuera el
último gobernador del rey de España en Salta. A don Severo Isasmendi
Echalar hasta mediados del siglo pasado se lo podía ver intacto, al pie del altar mayor de la iglesia.

*El autor es abogado – Diputado Provincial (MC) – UCR

Fuente: danielsalmoral.com.ar