DANIEL SALMORAL.- Aunque nada se sabe de su vida en España, despliega su acción en las postrimerías del siglo XVI.
Spengler, autor de la “Decadencia de Occidente” dice: “De Carlos V a Felipe IV Europa vivió el siglo español en materia de religión, intelecto, arte, política y costumbres, un imperio sobreextendido encaminado al desastre, creando de todas maneras en la corrupción y la decadencia, el punto más alto de la creatividad artística”.
Fue el poeta Quevedo quien dolorosamente rima la decadencia española:
“Ambición infinita disfrazada,
Con hipócrita y vil correspondencia.
El odio y la venganza está en su punto.
Juntas engendraron y no paren nada.
Viuda la rectitud y no la apariencia
ESTE ES DE NUESTRO SIGLO FIEL TRASUNTO”
Empezaba a ponerse el sol en el imperio de CarlosV que, por su extensión, después de gastar sus energías en guerras absurdas, en corrupción de la corte, es cuando más arrecia la figura del pícaro (de la que es su hijo nuestra viveza criolla). Se encendían hogueras inquisitoriales con humo olor a chamusquina, mientras el oro y la plata de América pasaban derecho a Inglaterra y los Países Bajos.
A Hernando de Lerma le tocó vivir esa época de paradoja, donde promiscuaban las mejores letras y pinturas junto a validos, pícaros y “frailes solicitantes”. Mientras soldados y capitanes de los famosos tercios de la infantería española hacían de las suyas en Italia y Flandes. Otros venían a América como nuestro fundador.
El conquistador venía tras la gloria, y la gloria suprema era la acción. El conquistador y quienes lo acompañaban eran hombres de acción que dejaron la pluma a los poetas, para clavar la pica en Flandes y desnudar sin pudor la espada en América.
A la especulación intelectual el español de ese tiempo le opuso el heroísmo, aumentado hasta la crueldad en el caso de Lerma.
El arquetipo del español hasta esa época era el hidalgo inmortalizado en la pintura del Greco como : “El caballero de la mano en el pecho”, sustituido por el aventurero.
El monumento lo representa a Lerma de a pie, quizás haciendo gala de la infantería española que dominaba Europa. Tiene del preciado hidalgo el empaque feudal en la actitud altanera. Viste jubón, gorguera y amplios gregüescos, calza desmesuradas espuelas jerezanas inútiles en el hombre de a pie y lleva la valona volteada sobre el hombro. Peor la mirada inexorable apunta a la espada que para el conquistador era todo. Espada amenazante marca un trazo imaginario de jurisdicción y dominio, como diciendo “aquí estoy yo” o como aquél personaje de “Las Mocedades del Cid” que en sus últimas palabras exhalaba “Muera yo, Viva mi fama”.
No entraremos a analizar con detención el gobierno de Lerma: su prisión, enjuiciamiento y muerte en España, porque son varios los autores que lo han tratado, como Cárcano, levillier, Grousac y Miguel solá. Recordemos, no obstante, de paso, que el gobierno de Lerma, como se llamaba y firmaba, se caracterizó por su “falta de justicia”, dice Levillier y agrega: “abundan los casos de violenta arbitrariedad”. La administración de Lerma “fue terrible”, Lerma fue “frenético de rencor”.
Ha sido Lerma el primer gobernador, dice Levilleier, que osase legar lisa y llanamente su apellido a un pueblo. Lerma a secas la llama en el acta de erección. De inmediato comenzó a denominarse Salta, para no pronunciar la palabra Lerma.
Fue el nuevo gobernador Ramírez de Velazco quien le abrió juicio de residencia y se ordenó su prisión en la cárcel de Madrid.
Se desconocen los términos de la sentencia final y los últimos días de Lerma, pero se presume que ocurrió allí su “muerte miserable” a la que alude P. Lizárraga
“Pude investigar como hecho cierto”, dice el historiador Atilio Cornejo, “que Hernando de Lerma estuvo en el Perú y de allí pasó a España, regresando con el nombramiento de gobernador de Tucumán”; destaca también que el licenciado Ramírez de Cartagena había escrito desde los reyes hasta el presidente del Concejo de Indias diciéndoles: “en esta armada van dos mozos licenciados, que se llaman Lerma y Estrada, que no sé si lo son, sé que se llaman y no lo parecen”.
Continúa diciendo Cornejo: “ En cuanto que haya obtenido el título de Licenciado en la Universidad de Lima, habría que descartarlo, pues no figura en las listas de egresados”.
Bien pudo ocurrir lo que se dijo: “Sólo se hiciera llamar como tal, como ocurre ahora con muchos doctores” (..y doctoras).
Hernando de Lerma no procedía de la ciudad de Lerma, de donde procedían otros personajes del mismo apellido. El hermano de Lerma fue Antonio de Miraval, su maese de campo, que lo acompañó a la fundación de Salta. “Ignoramos el apellido de su madre y de su padre”, diuca Atilio Cornejo.
Si Quevedo poetizó la época de la decadencia, no se olvidó de satirizar sus personajes. Entre las poesías burlescas tiene una dedicada al Dr. Don Juan Pérez Montalván que parece dedicada al licenciado don Hernando de Lerma: “graduado en no sé dónde, en lo que ni se sabe ni él sabe”:
“Al doctor tú te lo pones
Al Montalván no lo tienes.
Con quitándote el Don
Vienes a quedar Juan Pérez”
Fuente: danielsalmoral.com.ar





