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La Democracia de Alfonsín – Por: Daniel Salmoral

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DANIEL SALMORAL.- El pasado viernes, se cumplieron 37 años de aquel 30 de Octubre de 1983 cuando la fórmula de la UCR, Alfonsín – Martínez, le ganaba la elección presidencial a la del PJ, Luder – Bittel, con casi el 52% de los votos y de esa forma los argentinos volvíamos a transitar el camino de la Democracia, después de la larga y oscura noche de la dictadura genocida.

Muchos en aquel año, como en mi caso, votamos por primera vez y lo hacíamos con la esperanza que a partir de allí llegaban mejores tiempos para los argentinos.

Raúl Ricardo Alfonsín, el radical de Chascomús que con su verba había logrado conmover hasta los huesos a la mayoría de los argentinos -entre ellos a buena parte de los peronistas sino de otra manera no hubiera ganado- cuando al final de cada multitudinario acto de campaña recitaba el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional, y nos aseguraba que «con la Democracia se come, se cura y se educa».

Sus palabras en el cierre de Capital Federal, días antes del comicio, siguen emocionando a las viejas y las nuevas generaciones, pero a la vez nos recuerdan que luego de más de tres décadas, muchas de las cuestiones que Alfonsín aseguraba que se corregirían siguen siendo asignaturas pendientes y lo que es peor, varios indicadores se han agravado como el caso de desocupación, pobreza e indigencia, entre los más graves.

Ahora, evocando la enorme figura del radical, para muchos «el Padre de la Democracia» contemporánea, no pocos argentinos nos preguntamos por qué a pesar del tiempo transcurrido, no se cumplió aquello que decía sobre que superaríamos los errores del pasado y los argentinos marcharíamos por fin hacia un destino venturoso.

¿Dónde comenzamos a perder el rumbo?

¿Fue con el gobierno del propio Alfonsín?

¿Fue con Carlos Menem y su desguace del Estado «regalando» empresas públicas como YPF, Ferrocarriles Argentinos y otras?

¿Fue con Fernando de la Rúa y Chacho Álvarez junto a su inútil gobierno de la Alianza?

¿Fue con Néstor Kirchner que en vez de aprovechar la situación económica internacional y llevar al país a un crecimiento sostenido prefirió hacer populismo?

¿Fue Cristina Fernández quien al lado de su banda robó todo lo que pudo?

¿Fue Mauricio Macri y Cambiemos quienes endeudaron al país por décadas y no fueron capaces de erradicar de la política a los corruptos, incluidos los propios?

Seguramente todos tienen su cuota de responsabilidad en este fracaso que es la democracia para muchos argentinos.

Con casi el 50% de pobres, de los cuales casi un 15% son indigentes.

Con un déficit alimentario grave que indica que cerca de la mitad de los niños de este país se van a dormir sin por lo menos una tasa de mate cocido en la panza.

Mismo porcentaje para quienes no duermen en camas y lo hacen sin sábanas ni frazadas; en casas de cartón o plástico y con piso de tierra y sin cocina ni sanitarios, agravado todo ahora a causa de la pandemia

Sin futuro laboral cierto por no tener educación ni capacitación, entre otras cuestiones, son las que marcan el deterioro social de este país, y por eso es casi lógico que muchos ciudadanos/nas descrean de la democracia y les importe muy poco quien gobierna, siempre y cuando sea capaz de mitigar, en parte, alguna de sus enormes carencias.

Con este escenario, la aparición de los oportunistas está a la orden del día y entonces, en actitudes miserables, usan a esa gente como carne de cañón en su propio beneficio político, como vemos que ahora lo hacen los Grabois y Cía.

Así, con esta realidad, la Democracia de Alfonsín sigue siendo solo una palabra, para muchos, carente de sustancia y alejada de una esperanza hacia futuro.

La falta de compromiso de la dirigencia política y la cada vez más alejada República, con su correspondiente división de poderes, hace el resto.

Hoy, para buena parte de las nuevas generaciones, la política es sólo una oportunidad para vivir mejor con el menor esfuerzo, y también una forma de transitar la vida con impunidad.

Ante tantos males, escucharlo a Raúl Alfonsín contarnos sobre las bondades de la Democracia, nos lleva a pensar que por la incapacidad y el desinterés de la propia sociedad argentina, aquel sueño del Gran Presidente por ahora, sigue siendo solamente una hermosa expresión de deseo.

Sería bueno que por tantos jóvenes, pero también por tantos viejos que soñamos junto a él un futuro mejor, la dirigencia actual, toda junta, sea capaz de dejar de lado egoísmos y ventajas personales, para conducir al país y su sociedad hacia mejores días.

Ese era el maravilloso sueño de Alfonsín, y sigue siendo el de todas y todos, «con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino».