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COVID-19: La dexametasona bajó la mortalidad en pacientes graves del Reino Unido

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DANIEL SALMORAL.- Hay enfermedades que no tienen tratamiento específico. Covid-19 es una de ellas. Por eso, desde que el SARS-CoV-2 empezó a propagarse por el mundo, la comunidad científico-médica empezó a probar fármacos y técnicas con experiencia de uso en otras patologías en busca de algún beneficio, especialmente en los casos complejos. Es que el nuevo coronavirus no impacta igual en todas las personas que se infectan: están quienes ni siquiera manifiestan síntomas hasta aquellos que presentan cuadros graves, requieren oxígeno o asistencia respiratoria mecánica y tienen más riesgo de fallecer. En ese último grupo, la dexametasona, un corticoesteroide que se usa desde los ’60 y es muy accesible, redujo hasta en un tercio las muertes en pacientes hospitalizados que participaban de un ensayo clínico realizado en el Reino Unido.

«La dexametasona es un corticoide bien conocido, que todos los médicos hemos utilizado infinitas veces y se ha barajado siempre en el contexto de los pacientes con Covid, que una de las complicaciones que provoca en los casos severos es un cuadro inflamatorio muy marcado, que los lleva a un deterioro respiratorio importante», explica el infectólogo Gustavo Lopardo, integrante del comité de asesores del Ministerio de Salud en el marco de la pandemia. «Dar o no corticoides siempre fue controvertido», reconoce.

Los resultados de la rama del estudio Recovery que evaluó el uso de dexametasona en pacientes leves, moderados y graves todavía no fueron revisados por investigadores independientes (lo que se conoce como revisión de pares) ni publicados en una revista científica. Hasta el momento, públicamente sólo se conoció un comunicado de prensa de una página divulgado por la Universidad de Oxford. “Dada la importancia de estos resultados para la salud pública, ahora estamos trabajando para publicar los detalles completos lo antes posible», afirmaron los líderes del trabajo.

Lopardo dialogó con Clarín tras una conferencia virtual con la Organización Mundial de la Salud, en su condición de líder local del ensayo internacional Solidarity, del que participa Argentina. Durante esa reunión, uno de los investigadores ingleses del Recovery mostró los avances logrados con el uso de dexametasona.

No se benefician todos

«Lo que mostró el estudio Recovery es que una dosis relativamente baja de dexametasona disminuía la mortalidad, en particular en los pacientes más graves. El beneficio es para moderados y graves, pero donde realmente se establece el beneficio es en los graves, es decir, en pacientes que están en asistencia respiratoria mecánica», precisó Lopardo.

El estudio fue conducido por la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Desde marzo enroló a 11.500 pacientes con Covid, un número más que significativo para un ensayo clínico. Al igual que el Solidarity, que lleva adelante la OMS, evalúa una gama de tratamientos potenciales para Covid-19: lopinavir-ritonavir (una combinación utilizada para tratar el VIH), hidroxicloroquina (rama que se detuvo por falta de eficacia), azitromicina (un antibiótico de uso común), tocilizumab (un tratamiento antiinflamatorio inyectable), el plasma de convalecientes (recolectado de donantes que se han recuperado de COVID-19 y que contiene anticuerpos contra el virus SARS-CoV-2) y dosis bajas de dexametasona.

La dexametasona es un corticosteroide utilizado para aliviar la inflamación y la respuesta inmunitaria del cuerpo. Se indica generalmente en el tratamiento de ciertas formas de artritis; trastornos de la piel, la sangre, el riñón, los ojos, la tiroides y los intestinos; en alergias severas; y asma. También se usa en algunos tipos de cáncer.

Según se anunció en el comunicado de prensa difundido ayer, el 8 de junio la rama que estudiaba la dexametasona se detuvo luego de que el comité directivo del ensayo considerara que se habían reclutado suficientes pacientes para determinar si el medicamento tenía o no un beneficio significativo.

Del estudio con ese fármaco que se utiliza desde la década del ‘60 participaron casi 6.500 pacientes: 2.104 fueron asignados al azar para recibir dexametasona 6 miligramos una vez al día (por vía oral o por inyección intravenosa) durante 10 días y se compararon con 4.321 participantes asignados al azar a la atención estándar.

De acuerdo al adelanto de resultados, la dexametasona redujo las muertes en un tercio (35%) en pacientes con asistencia respiratoria mecánica y en un quinto (20%) en aquellos que recibieron oxígeno solamente, lo que significa una caída en la tasa total de mortalidad a 28 días de 17%. No reportó beneficio en quienes no requirieron ningún tipo de asistencia respiratoria.

«La dexametasona es el primer fármaco que se ha demostrado que mejora la supervivencia en Covid-19. Este es un resultado extremadamente bienvenido. El beneficio de supervivencia es claro y grande en aquellos pacientes que están lo suficientemente enfermos como para requerir tratamiento con oxígeno, por lo que la dexametasona ahora debería convertirse en el estándar de atención en estos pacientes», afirmó Peter Horby, profesor de Enfermedades infecciosas emergentes en el Departamento de Medicina de Nuffield de la Universidad de Oxford, y uno de los principales investigadores del ensayo clínico, quien además resaltó que se trata de una droga económica “que está disponible y puede usarse de inmediato para salvar vidas en todo el mundo».

Lopardo coincide en que a partir de los resultados, la dexametasona sería una opción de tratamiento en los pacientes críticos.

Tras la publicación de los resultados, el gobierno británico autorizó de inmediato el uso de dexametasona en pacientes internados con COVID-19 que requieran asistencia respiratoria (ya sea suministro de oxígeno o ventilación mecánica).

La OMS recibió con “satisfacción” el anuncio que llegó desde el Reino Unido. «Este es el primer tratamiento que ha demostrado que reduce la mortalidad en pacientes con Covid-19 que requieren oxígeno o asistencia respiratoria. Esta es una gran noticia y felicito al Gobierno del Reino Unido, a la Universidad de Oxford y los numerosos hospitales y pacientes que han contribuido a este avance científico que salva vidas», dijo su director Tedros Adhanom Ghebreyesus. El organismo coordinará un metaanálisis para profundizar el conocimiento sobre el impacto de esta intervención.

En el país, las recomendaciones condicionales para el abordaje terapéutico del Ministerio de Salud no aconsejan por el momento el «uso rutinario» de corticoides en personas con Covid-19. Destacan, además, que «la evaluación de la indicación individual de corticoides en pacientes con Covid-19 debe ser realizada después de un cuidadoso balance riesgo-beneficio del escenario puntual».

En ese sentido, en diálogo con Clarín, Javier Farina, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI), subrayó la importancia de seleccionar bien a los pacientes y el momento de administración de la droga.

«La dexametasona es un corticoide que conocemos muy bien, que incluso usamos en insuficiencia respiratoria de otras causas, por ejemplo en la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) grave, en neumonías de distintas etiologías severas y en el distrés respiratorio, que sería el estadío más severo de una infección respiratoria por Covid o por otras causas. La verdad es que lo hemos usado en otras situaciones, pero es fundamental elegir bien qué paciente y qué momento. No es para todos, todo el tiempo. Lo más importante mencionar es que si usamos el corticoide en estadíos muy tempranos de la infección por Covid, podemos incrementar la replicación de este virus y tener formas más severas”.

Farina -que también integra el comité de asesores- destacó la importancia del estudio inglés, pero consideró que “habría que ver bien la publicación final, a ver en qué momento se utilizó exactamente y qué pacientes fueron los que la recibieron”. Pidió, además, cautela en el manejo de la información: «El corticoide no trata Covid, si no que trata la inflamación que esa enfermedad genera».

Fuente: Clarín