Inicio Destacadas 1983 – 2023: 4 décadas democráticas perdidas… Por: Daniel Salmoral

1983 – 2023: 4 décadas democráticas perdidas… Por: Daniel Salmoral

316
0

DANIEL SALMORAL.- Y llegó finalmente. El 2023 ya está entre nosotros y eso significa que un año netamente electoral ha comenzado, porque se tendrán que elegir desde el concejal de la ciudad más pequeña y alejada, hasta el presidente/a, su vice, senadores nacionales en algunas provincias, diputados nacionales en todas, gobernadores/as y vice en todas, e intendentes/as y concejales/as en todos los municipios.

Sin embargo ese hecho, que ehibe plenamente la vigencia formal de la Democracia de un país, en este caso Argentina, pone a la luz un grado de escepticismo ciudadano nunca antes vista en esta dimensión.

Buena parte, mucho más de la mitad del padrón electoral, los ciudadanos de a pie, hombres y mujeres que deben apelar a cualquier cosa para sobrevivir, muestran por estas horas un hartazgo ya indisimulable con el conjunto dirigencial de la política, más allá de la pertenencia partidaria, porque ya saben que ese conjunto de hombres y mujeres solo se preocupan por cuidar sus propios intereses y no los de todos que, se supone, deberían defender.

La inutilidad que han mostrado para resolver los grandes problemas que arrastra el país desde hace décadas, como la inflación, que provoca la caída diaria de la calidad de vida de millones de argentinos/as, pero golpeando sobre todo a los más vulnerables, en estos días y meses, como nunca antes, evidenció un distanciamiento cada vez más notable entre ese universo, llamado «políticos/as» y los hombres y mujeres de carne y hueso que se revuelcan en la nada tratando de mejorar sus vidas, sabiendo que lo más seguro es que perezcan en el intento.

Para ellos/as, a estas alturas, ya no existen diferencias entre peronistas, radicales, zurdos, gorilas, kirchneristas, macristas o ahora también «mileisistas», porque ya vieron que las criticas que ensayan entre ellos en público desaparecen cuando de negociar para mantener sus privilegios se trata, ya que siempre terminan acordando, como por ejemplo pasó con el incremento de dietas en el Congreso, cuando vastos sectores sociales se prendían con uñas y dientes a cualquier cosa para no caer en la indigencia de la que saben es un viaje de ida, porque de allí ya no se vuelve.

Los desocupados, subocupados o los que trabajn en la informalidad y son víctimas diarias de la explotación más vil por parte de patrones, entre ellos el mismo estado, ya han comprendido que resulta estéril pedirle a esa gente que se ocupe de ellos, porque ya se cansaron de hacerlo y pocas veces o nunca encontraron respuestas favorables.

Sabiendo esto, la gente que aún conserva un minúsculo grado de dignidad ya decidió darles la espalda, igual que ellos lo hicieron una y otra vez antes, por eso ya ni siquiera soportan escuchar hablar de candidaturas y elecciones.

La frase, «son todos iguales no importa de qué partido o frente sean», ya forma parte del diccionario cotidiano de un amplio espacio ciudadano.

Sin embargo, a pesar de esa realidad, ahora otra vez hay que elegir por eso la gente sencilla que habita la categoría social «sobrevivientes», ya alerta en los barrios, sobre todo en los más carenciados, que habrá que tener cuidado con el «aluvión zoológico» que en pocas semanas comenzará a recorrer sus calles buscando al pobrerío, que otra vez le hará falta para permanecer en las poltronas legislativas para asegurarse así, ahora también en los concejos deliberantes, un bienestar por otros largos y cómodos cuatro años.

Muchos, la mayoría de los que resultan electos, suelen no volver a esos lugares que le permitieron llegar a donde querían en la política, esgrimiendo, quienes son legisladores, que esa condición les impide dar respuestas concretas a esa gente que, sostienen, «no piden leyes u ordenanzas, sino cosas contretas como comida o guita», justificando así su alejamiento de esos lugares carentes de todo, pero ahora, obligados a conseguir la continuidad, deberán apelar a caretas, gorras, sombreros o lo que sea para no ser reconocidos, e intentar timar de nuevo a incautos para de esa manera seguir siendo parlamentarios con jugosas dietas.

De cumpleaños

Pero lo más importante de este 2023, es que indica que ya pasaron 40 años de la recuperación de la Democracia y habría que festejar, pero con dolor vemos que en realidad fueron años perdidos.

La mayoría de aquella joven generación de entonces, recuerda las esperanzadoras palabras en campaña del radical Raúl Alfonsín cuando decía, «que con la democracia se come, se cura y se educa».

Para quienes salimos a la vida democrática con esas palabras retumbando en nuestros oídos y corazones, hoy resulta extremadamente doloroso comprobar en la vida diaria, que nada de lo que decía el radical se alcanzó.

Por el contrario, cuatro décadas después, ahora hay más hambrientos, más enfermos y más ignorantes.

¿En qué curva de esta marcha política se perdieron esos anhelos sobre cuestiones concretas de las que hablaba Alfonsín?

Podríamos, a manera de ensayo, decir que fue en los ’90 con las políticas liberales menemistas, pero corremos el riesgo de quedarnos cortos y creer que el riojano es el culpable de todas nuestras desgracias, porque hay que decir que después de él vinieron otros como De la Rúa y Chacho Álvarez, que tambien pusieron lo suyo para que sigamos cayendo hacia el abismo.

Las políticas populistas que siguieron, pero fundamentalmente la banda delincuencial que ya lleva cuatro mandatos, son las que le pusieron el broche de oro a este fracaso, sin que sus responsables se inmuten.

50% de pobreza, 20% indigencia, sumado a la falta de trabajo, de seguridad y un peligroso avance de las organizaciones internacionales de narcotráfico que se apoderan de territorios ante la pasividad de quienes deberían combatirlo, hacen que estos vean a Argentina como «tierra de oportunidades» para  seguir creciendo en sus negocios.

Ciudadanos no habitantes

De todas maneras, hay que mirar hacia lo que viene con un renovado traje de ciudadano, tirando las pilchas de habitantes con las que llegamos a estos 40 años de democracia perdida, a causa de una dirigencia que jamás fue capaz de mirar más allá de sus narices y trabajar por el bien de todos y no solo por el de ellos.

Ante esta realidad, una señora que supo caminar los barrios más pobres en los años ’80, decía días atrás en el mítico Bar Tribunales: «lo que deberían hacer todos los políticos es juntarse y ponerse de acuerdo para sacarnos de los problemas sin diferencias de partidos».

Ante los dichos de la mujer, otro parroquiano habitué del café de Mitre y Rivadavía, recordaba las palabras que el querido amigo periodista que ya no está entre nosotros, «Paco» Cenice, solía decír.

«No hay que darle ideas a estos tipos. La gente de campo de antes, siempre decía: reunión de pastores, mortandad de ovejas».

Acertadas palabras las que decía Paco, porque nunca hay que olvidar que siempre, pero siempre, se puede estar aún peor.

En la despedida de este primer despacho del nuevo año y a pesar de todo, queremos desearles a los/as queridos/as amigos/as lectores/as de estas columnas de análisis político de cada fin de semana, un buen 2023, en el que tenemos que apelar a la memoria y la información, para no seguir votando a inútiles, curreros, buscapinas y chorros. Hasta la próxima…